La globalización nos ha llevado a pensar como urbanitas. Mas de la mitad de la humanidad es urbana, lo que ha servido de pretexto para enfoques exclusivos en ellas.
Vemos la ciudad como el motor de la economía, la emancipación y nuestra forma de vida actual.
El capitalismo y el consumismo nos ha llevado a pensar que la ciudad nos ofrece mejores trabajos, mas ocio y oferta cultural. Y aunque es cierto, también nos resta para poder disfrutarlo. ¿Recuerdas aquella lista de sitios o cosas que tienes pendientes hacer en la ciudad?
El tiempo es oro en el S.XXI. Todos tenemos 24h al día, es cosa tuya como las gestiones, pero vivir en la ciudad no te lo pone fácil. Alguna vez has pensado como es tu día a día en la ciudad? Calles plagadas de coches que vienen y van a lo largo del día, niveles altos de contaminación, esperas infinitas, falta de zonas verdes, estrés, prisas, barrios en los que se puede encontrar de todo menos vecinos de siempre, alquileres estratosferas, consumo voraz, precariedad laboral...
Cuando salto el estado el estado de alarma sanitaria el mundo se puso patas arriba. En 24h todo se derrumbo y sin ser conscientes nos vimos confinados en nuestros pisos escasos de espacio por un tiempo indeterminado. Muchos sin apenas balcón o terraza exterior. Han sido momentos de reflexión, momentos en los que pensar ¿Vivo donde quiero vivir? ¿Es esta la vida que quiero?
Hay una generación que ha dejado de soñar en la ciudad. Quizás porque en la lugar de vivir en ella puede llegar a quitarnos el sueño. Son muchas las razones que nos han llevado en mas de una ocasión a plantearnos lo de dejar la ciudad e irnos a vivir al
campo o el pueblo. Claro que también muchas por las que al final nunca lo hacemos es el estar ligado de forma familiar / personal a un lugar, un trabajo, una hipoteca, el vértigo de salir de tu zona de confort...
Actualmente hay una gran cantidad de trabajos que se pueden realizar desde cualquier punto del planeta que tenga conexión a Internet y aun así seguimos masificando las ciudades. Tal vez sea el momento de volver, por nuestro propio bien y el de las nuevas generaciones. No me refiero a vivir la vida tal y como era hace 100 años, sino recuperar cosas que si funcionan y su calidad de vida.
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